Mara Orrego - Wellness Coach

Sesgo de negatividad

Sesgo de negatividad

El sesgo de negatividad es la tendencia natural del cerebro humano a prestar más atención, reaccionar más intensamente y recordar por más tiempo los eventos negativos que los positivos, aunque ambos tengan la misma intensidad.

A nivel cerebral, este sesgo está ligado al funcionamiento de la amígdala, una estructura del sistema límbico que se activa intensamente ante estímulos percibidos como amenaza o peligro. Cuando algo negativo ocurre, se libera cortisol (la hormona del estrés), lo que hace que el evento quede más fuertemente grabado en la memoria. En cambio, los eventos positivos no activan con tanta intensidad este sistema de alerta, por lo que suelen pasar más desapercibidos si no se les presta atención consciente. Es por eso que una crítica nos afecta más que cinco elogios, o un mal día se impone en la memoria aunque haya tenido momentos buenos.

El sesgo de negatividad tiene raíces en la evolución. En tiempos antiguos, cuando el ser humano vivía en un entorno hostil, lleno de amenazas reales, como animales salvajes, climas extremos o escasez de alimento, el sesgo de negatividad era una herramienta clave para sobrevivir. Estar más atentos a los peligros que a los placeres aumentaba las probabilidades de mantenerse con vida. Era preferible que el cerebro exagerara un ruido entre los arbustos y asumiera que era un depredador, aunque fuera solo el viento, que ignorarlo y morir por no reaccionar a tiempo. En ese contexto, recordar un error podía evitar una catástrofe. Olvidar una experiencia negativa, en cambio, podía costar la vida. Por eso el cerebro se volvió experto en escanear, identificar y almacenar todo lo que pudiera representar una amenaza. Aunque hoy ya no enfrentamos los mismos riesgos, nuestro cerebro sigue operando con esa lógica ancestral, dando prioridad a todo lo que represente una posible amenaza, aunque sea emocional y no física.

Hoy, en un entorno mucho más seguro, donde la mayoría de los peligros no son físicos sino emocionales o simbólicos, este sesgo ya no cumple una función adaptativa, sino que muchas veces nos sabotea.

Es limitante, nos mantiene en alerta constante, generando estrés crónico, amplifica los errores y minimiza los logros, refuerza creencias limitantes (“no soy suficiente”, “nunca me sale bien”, etc.), nos predispone a la queja, al juicio y al miedo, sabotea relaciones, proyectos, autoestima y manifestaciones. En lugar de protegernos, hoy el sesgo de negatividad limita nuestro potencial, nos desconecta del presente y de las oportunidades, y contamina nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos.

Aunque muchas veces no lo notamos, el sesgo de negatividad está activo constantemente, filtrando nuestra percepción del mundo.

En las relaciones, tendemos a enfocarnos más en lo que el otro “hace mal” que en lo que hace bien. Una discusión puntual puede pesar más que años de cariño. Podemos olvidar actos de amor, comprensión o detalles positivos, si hay una actitud que nos dolió. Este sesgo puede desgastar vínculos, generar resentimiento. Por ejemplo, recordamos aquella vez que no nos apoyaron, pero no valoramos las veces que sí estuvieron.

O en el trabajo, es común que nos obsesionemos con errores, críticas o tareas pendientes, ignorando logros, avances o reconocimientos. El foco se va a lo que falta y no a lo que se logró. Esto alimenta la autoexigencia, la frustración y la sensación de nunca ser suficiente. Un proyecto exitoso puede quedar opacado por una observación mínima en una reunión.

Lo negativo atrae más clics, más atención y más comentarios. El cerebro se engancha con títulos alarmistas, conflictos o drama. Las redes y medios lo saben, y lo explotan. Esto puede generar una visión distorsionada del mundo: más miedo, más desconfianza, más comparación. Podés ver 50 publicaciones bonitas, pero te quedás pensando en una que te hizo sentir mal.

En el diálogo interno, el sesgo también se cuela en nuestra conversación con nosotros mismos. La mente repite frases duras, minimiza logros y enfatiza defectos. Esta voz crítica interna, si no se cuestiona, se vuelve la raíz de la inseguridad y la autolimitación. Podés hacer algo bien, pero enfocarte solo en el "podría haber sido mejor".

El sesgo de negatividad no es un error del sistema: es un mecanismo antiguo que sigue activo, pero que hoy necesita ser reeducado. Si no lo hacemos consciente, puede teñir todo lo que vivimos con una carga que no refleja la verdad completa.

Por eso, tomar consciencia de este sesgo es el primer paso para transformarlo en algo funcional. Ya no necesitamos sobrevivir: necesitamos vivir plenamente. Para eso, debemos entrenar la mente para ver también lo positivo, equilibrar el enfoque, y construir una percepción más completa y empoderada de la realidad.

Practicar la gratitud diaria, reprogramar creencias con afirmaciones o aformaciones, visualización positiva, psicología positiva, journaling, mindfulness, meditación, identificar y cuestionar pensamientos automáticos negativos, diario de lo positivo (anotar 3 cosas buenas cada día), reencuadre: (¿qué aprendizaje saco de esto?) Práctica consciente de reconocer lo bueno en los demás y en uno mismo.

También hablamos de impacto de superar este sesgo, mejora del bienestar emocional, más resiliencia, mayor satisfacción en las relaciones y en la vida personal, mejora de la autoestima y autocompasión, posibilita la manifestación desde una vibración más elevada.

No se trata de negar lo negativo, sino de darle a lo positivo la oportunidad de florecer con la misma intensidad.


No te olvides que si necesitás ayuda para reeducar tu mente, puedo ayudarte.

Mi carrito